"El error no tiene derechos" (en latín: Error non habet ius)[1][2] es un antiguo principio católico, hoy ya superado, de que los no católicos no debían tener ningún derecho civil o político y no tenían el derecho de expresar públicamente ninguna religión fuera del catolicismo, aunque sí tenían el derecho de profesar y practicar en forma privada cualquier religión; además, este principio establecía que el catolicismo debe ser la única religión permitida por el Estado.
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